Hoy viernes, al igual que la mayoría de los cines de este peculiar país, estoy de estreno. Inauguro una nueva sección en este blog/diario personal, y espero que no sea una sección de una sola entrada, como otras que he hecho por aquí.
Como bien indica el título, en esta sección voy a repasar años excepcionalmente prolíficos en cuanto a la calidad de las películas presentadas, calidad, claro está, desde mi punto de vista.
1954 fue un año verdaderamente importante en la historia, y aunque no ocurriera nada demasiado importante, si que es uno de esos años prototípicos de guerra fría, Plan Marshall y inicios de una globalización (en el buen sentido de la palabra) del arte en general y del cine en particular. Mientras los EE.UU. hacían pruebas con la bomba H, Elvis editaba su primer disco y en Cannes -de actualidad por estos días- se confeccionaba lo que sería su seña: la palma de oro, el cine de Hollywood comenzaba una de esas sacudidas que no provocaron otra cosa que el ascenso fulgurante de otras cinematografías, europea y asiática, básicamente.
Mientras que McCarthy y la televisión hacían estragos en el modelo de negocio del studio system, en Europa se vivía un contexto muy diferente. Los principales países europeos comenzaban a salir de la postguerra, y con el crecimiento económico las prioridades empezaron a ampliarse, siendo el cine uno de los primeros beneficiados.
En Estados Unidos, el maestro Hitchcock vivía sus años de máximo esplendor. No sólo presentaba una de esas películas mágicas por la capacidad de crear más con menos (La ventana indiscreta) sino que por si fuera poco estrenaba en este año una que está en mi top-5 del realizador sin duda: Crimen perfecto. Elia Kazan, por su parte, rodaba quizás su película más conocida, La ley del silencio, moralmente despreciable pero todo un ejemplo de lo que el realizador era capaz de hacer en imágenes y una magnífica muestra del clasicismo negro hollywoodiense. También hay que destacar otras tres obras, que aunque no he tenido ocasión de ver todavía, no cabe duda que se recuerdan como grandes: La condesa descalza, de Mankiewicz, Johnny Guitar y Deseos Humanos, del gran Fritz Lang.
El cine americano, a pesar de las exquisitas muestras comentadas, queda bastante mal situado si lo comparamos con la calidad artística rompedora, sugestiva y profundamente atrayente del cine europeo y japonés.
Por aquel entonces en nuestro continente, si había una cinematografía dominante esa era sin duda la italiana. Los movimientos del nuevo cine europeo todavía estaban en su fase embrionaria, y de la condición crepuscular del movimiento neorrealista surgieron tres films imprescindibles para entender todo el cine que vendría después en Italia y Europa. Me estoy refiriendo a La strada, consagración del maestro Fellini con su gran obra maestra y una de las películas favoritas del que escribe; Senso, de Visconti; y por último (primera quizás en importancia cinematográfica) Viaggio in Italia, de Roberto Rossellini, precursora de la modernidad.
Otras propuestas interesantes en el panorama europeo de aquel año fueron las españolas Cómicos y Novio a la vista, de Bardem y Berlanga, y Una lección de amor, de Bergman.
Pero, sin duda, si algún país vivió en aquel año un florecer asombroso ese fue Japón. No hace falta decir que los nipones vieron su época dorada en los 50 y 60, gracias sobre todo a Kurosawa, Mizoguchi y Yasujiro Ozu, y quizás 1954 fue su mejor año. La lista de filmes imposibles de obviar es muy larga, desde las impresionantes Los siete samuráis o El intendente Sansho a las profundas Los amantes cruzificados o La voz de la montaña, de Noruse, pasando por Samurái o La mujer crucificada. Todo ello regado con la palma de oro en Cannes de La puerta del infierno, de Teinosuke Kinugasa, curiosamente una película totalmente olvidada y quizás (no he tenido ocasión de verla) sensiblemente inferior a sus contemporáneas. En todo caso, este premio era una señal de la apertura de miras del cine hacia propuestas de todo tipo y de todo país, cambio que supuso la época dorada mundial del cine sonoro en los años siguientes.