Asfixia: el ahogo del hombre

El miércoles pasado acudí al preestreno de la película Asfixia, cinta que esperaba con ganas por estar basada en la novela homónima de Chuck Palahniuk. Aprovecho la coyuntura para comentar ambos productos, tanto el libro como la película. Seguiré un orden cronológico, por lo tanto (lógicamente) voy a empezar por analizar la novela.

En clave de contexto, he de decir que pese a que previamente había visto el club de la lucha, basada asimismo en un libro del autor americano, era la primera novela que leía de dicho escritor, y quedé gratamente sorprendido.
Palahniuk se sirve de un estilo propio corrosivo, irónico y sobre todo lúcido, para mostrar un retrato de la enferma sociedad actual. Es curioso que utilice de hilo conductor un ejemplo (la adicción al sexo) de cómo en el mundo donde vivimos se intenta transformar lo antiguo en un fenómeno recién producido y raro, que incluso haga que personas se sientan mal consigo mismas por la eterna marginación de las minorías. Me gustaría algún día profundizar en este hecho, porque sólo sucede entre seres humanos. En la naturaleza, a lo escaso lo consideramos valioso: diamantes, oro, animales en extinción o incluso petróleo, aunque éste no sea más que deshechos acumulados a lo largo de millones de años.

Dejando la filosofía a un lado, esta novela tiene muchos parecidos con club de lucha, y tendría que leerme algunas más para comprobar si es un hecho común en la literatura de Palahniuk. Uno de los parecidos es la obsesión por los grupos de apoyo, los “… Anónimos”. En una sociedad como la americana, donde la mayoría de individuos viven aislados unos de otros (una imagen vale más que mil palabras: las típicas urbanizaciones de casas unifamiliares), el único método para crear vínculos no superficiales es en casos de extrema dificultad, donde lo primitivo vuelve a nuestras mentes para juntar a la comunidad por un bien (o mal) común.
Y Palahniuk lo demuestra en sus novelas: las relaciones fuertes y duraderas se establecen en estas asociaciones de apoyo; en club de lucha, el narrador conoce a Marla en uno de estos grupos, mientras que en Asfixia, Victor y su mejor amigo, Denny, comparten grupo y trabajo.

El otro aspecto común remarcable es la ausencia de una figura paterna para el protagonista, hecho muy importante para comprender la forma en que se comportan los personajes principales. Como bien dice el narrador de club de lucha, un padre es un dios en la sociedad moderna, y la ausencia de él provoca la ausencia de valores, la constante lucha ante el orden establecido y el odio hacia sí mismo, además de una –probable- feminización en las formas de vida, todo ello escondido bajo una máscara de aparente normalidad, de virilidad.
Ante ello, los protagonistas buscan continuamente una figura paternal. En este caso, Victor Mancini finge ahogarse para que alguien le salve y se convierta por unos momentos en su protector emocional y por largo tiempo en protector económico, mientras que en club de lucha, el protagonista no duda en llorar en los brazos de Bob, o más tarde aceptar la imposición de valores de un “personaje” marcadamente masculino como Tyler Durden.

Por lo que hace referencia a la película, se puede considerar una adaptación bastante fiel al libro, aunque únicamente desde una órbita. El director se centra sobre todo en resaltar los aspectos cómicos –muchos- que se pueden encontrar en el libro, y deja a un lado el trasfondo de crítica social, añadiendo por si fuera poco algunas escenas adicionales que alejan el humor fino de la obra. Además, a diferencia de la novela, el final aparentemente feliz no deja ese regusto amargo del fracaso. Sin embargo, la película tiene técnicas interesantes y como comedia funciona de una manera eficaz.

En resumen, una brillante novela (llena de metáforas y recursos enmarcados en un estilo particular al que yo llamo realismo capitalista) que ha dado como resultado una decente comedia fílmica.

Ventanas abiertas a la vida

Du Levande

Du Levande (traducido por La comedia de la vida en España) es una fresca composición de situaciones que ponen en evidencia la condición humana, relatadas magistralmente por Roy Andersson.

Andersson plantea el film como una sucesión de largos planos fijos en los que los personajes parecen hablar con el espectador, haciéndole partícipe de su miserable vida. Así, nos son revelados, mediante pequeñas ventanitas, algunos de los entresijos por los que discurre nuestra existencia.

Es obvio que cada una de las historias está llevada hasta un extremo surrealista, pero funciona perfectamente dados los derroteros por los que nos conduce el film.

Hilarantes y melancólicas escenas hacen de Du Levande un film que no se presta a clasificaciones, ni como comedia ni como drama: una pareja que copula, el hombre le cuenta a la mujer sus problemas financieros mientras ésta goza, en un infinito orgasmo, sin reparar en nada de lo que le explica. Momentos que pretenden reflejar la soledad y la incapacidad de comunicarse efectivamente del humano. Andersson plasma una existencia en la que cada persona se preocupa, únicamente, de cumplir con sus pasiones, sin prestar atención a los sentimientos de los que les rodean.

No me parecería justo obviar el delicioso momento que nos brinda el sueño de un carpintero (Leif Larsson) que es condenado a muerte por romper una vajilla de porcelana de más de doscientos años de antigüedad. Le condenan tres jueces que beben cerveza mientras éste consuela a su abogado, desolado por perder el caso. Ésta no es más que una de las innumerables escenas de Du Levande que van a caballo entre el surrealismo y la más cruda realidad.

Roy Andersson hace patente con su cuarto largometraje (¡en casi cuarenta años!) que la condición humana no tiene por qué relatarse tan sólo en Ilíadas y Odiseas sino que también puede ser retratada en breves fragmentos de tiempo. Al fin y al cabo, de ellos está compuesta.